Tienen una habilidad inaccesible para el común de los mortales, su cerebro es capaz de poner
en jaque a cualquier máquina. Poseen récords casi imposibles para la mayor parte de los seres
humanos, son: las Mentes Prodigiosas.
Algunos de estos superdotados han saltado a los medios de comunicación como es el caso de
John Forbes Nash, un matemático estadounidense que nació el 13 de junio de 1928 en
Monroe, Nueva Jersey, quien fue Premio Nobel de Economía en 1994. Su caso dio lugar a la
oscarizada película Una Mente Maravillosa (2001) que consiguió alzarse con cuatro estatuillas.
Nash, como muchas otras Mentes Prodigiosas trabajó durante algún tiempo para la Rand
Corporation, una institución norteamericana fundada en 1945 con fondos reservados
estadounidenses y que se utilizaba como centro de espionaje militar. Por esta corporación
pasaron algunas de las más grandes mentes matemáticas mundiales con un único objetivo
claro: conseguir descifrar las claves criptográficas que empleaba el enemigo durante la
Segunda Guerra Mundial, como era el caso del conocido invento nazi: Enigma.
A algunos de los cerebros más desarrollados, como es el caso de John Forbes Nash, se les ha
asociado con alguna enfermedad mental. Nash sufría una esquizofrenia que le producía
alucinaciones audiovisuales y auditivas que le conducían a estados paranoicos que le hacían
creer que sus propios trabajos secretos le perseguían.
A muchas de estas Mentes Privilegiadas se las asocia directamente con el síndrome del sabio o
del “Savant”, una teoría según la cual ciertas personas con una habilidad mental
sorprendentemente desarrollada, debido a diversos factores, pueden desarrollar funciones
con una aplicación práctica o no. Algunas de estas habilidades son: la memoria fotográfica, la
facilidad para aprender idiomas, o de realizar sorprendentes cálculos matemáticos a gran
velocidad.
El cerebro humano es la pieza de estudio más misteriosa que hay sobre la Tierra, era tan
efectivo en la Edad Media como lo es hoy en internet. Se ha utilizado para componer sinfonías
o para planear violentos crímenes. Aunque es ahora, en el siglo XXI, con las computadoras de
alta tecnología, que los científicos empiezan a ver cómo piensa realmente el cerebro.
Otro caso sorprendente es el de Stephen Witshire, que, con un único vuelo en helicóptero, es
capaz de dibujar con sumo detalle la perspectiva aérea de las ciudades. Su cerebro actúa como
una grabadora de video, reteniendo aquellas información que necesita y después la refleja
sobre un papel con detalles exactos de números de pisos o de ventanas de los edificios.