La constelación de Orión, “El Cazador”, es probablemente una de las más conocidas del firmamento; sus estrellas visibles desde ambos hemisferios hacen que sea reconocida mundialmente. Orión se encuentra cerca de la constelación del Grillo Eridano y está apoyada por sus dos perros de caza “Canis Mayor” y “Canis Menor” peleando con la constelación de Tauro.
En la mitología griega Orión fue un gigante que según el mito había violado a Mérope, hija de Enopión quién por ello le dejó ciego. Helios le devolvió la vista y a continuación Orión se convirtió en compañero de caza de Artemisa y Leto. Prometió aniquilar todo animal que hubiera sobre la tierra por lo que Gea se enfadó e hizo nacer un escorpión enorme que picó a Orión y lo mató.
Pero Orión también esconde uno de los enigmas más grandes de la historia: ¿Por qué algunos de los antiguos pobladores de la Tierra alinearon sus Pirámides con esta constelación?
A lo largo de algunos de los monumentos del mundo antiguo encontramos un patrón que se repite en diversas culturas, inicialmente no conexionadas entre ellas, y tan distantes las unas de las otras como la egipcia y la mexicana.
Según los antiguos egipcios los dioses descendieron desde el cinturón de Orión y Sirio, la estrella más brillante del firmamento. Las entidades de Isis y Osiris, se relacionaron con la raza humana lo que, supuestamente, originó el inicio de la civilización egipcia y, por consiguiente, toda la raza humana. Para los antiguos egipcios Orión estaba directamente relacionado con la creación. Pero lo sorprendente es que las tres grandes pirámides de Guiza: Keops, Kefren y Micerinos muestran una alineación única con la constelación de Orión lo cual hace de esto un hecho sorprendente vista la magnitud de las construcciones y la perfecta alineación.
A tan sólo 35 kilómetros de la ciudad de México se encuentran Teotihuacán, una antigua ciudad cuyas impresionantes estructuras, incluyendo sus dos enormes pirámides, la del Sol y la de la Luna que preside la Avenida de los Muertos, que fueron construidas en el siglo II a. C., señalan directamente a las tres estrellas del cinturón de Orión. Estas construcciones fueron atribuidas por los Náhuatl, a una raza de gigantes a una raza de gigantes que poblaron la Tierra durante una era anterior.
Si analizamos la historia egipcia, sumeria y de los mayas, observaremos que se trata de la misma historia contada de diferente forma en diferente idioma: Aquellos que llegaron de las estrellas e iniciaron la civilización humana.